sábado, 1 de agosto de 2009

REBELION MILITAR CONTRA EL PRESIDENTE DEL ESTADO TRUJILLO EN 1899.



EL “GOLPE DE MANO” DEL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1899, CONTRA EL ILUSTRE TRUJILLANO DON JUAN BAUTISTA CARRILLO GUERRA. PRESIDENTE DEL ESTADO TRUJILLO.


Hace varios años, me encontraba de visita en la casa de mi amigo Victor Gudiño y su esposa Carmen Inés Araujo, ubicada en la calle Independencia de Trujillo, alcancé a ver colgado en sitio preferencial de su casa, un óleo de nuestro recordado pintor Bartolo Lugo: la “Quema de la Torre de la Catedral de Trujillo”. De allí salí derechito a la casa de Bartolo, en la Mesa de Gallardo, y le encargué un cuadro, “igualito al que tiene Carmen Inés”. Bartolo ya estaba acostumbrado a realizar varias veces muchos de sus cuadros, con motivos idénticos, repitiendo sobre sus lienzos, los diversos paisajes trujillanos. Considero que Bartolo, sentía elevada satisfacción personal, por dar a conocer a un mayor numero de personas, los diferentes aspectos de la vida trujillana. Por lo tanto esa repetición de sus “estampas trujillanas”, era una especie de mecanismo de difusión cultural, utilizado por Bartolo.

Bartolo, me hizo el cuadro, y por detrás le colocó la inscripción: “Quema de la Torre”. B. Lugo García. 1989. Tuve mucha suerte, porque Bartolo; ante mi interés por su obra, gentilmente me obsequió un grueso trozo de madera perteneciente a la estructura de la “torre quemada”, que guardaba celosamente como un recuerdo unido a su creación artística.

Recientemente, me visitó en mi casa un viejo amigo trujillano, cuyo nombre me reservo. Al observar el cuadro de Bartolo, me dijo: “qué buen cuadro de la Torre de Trujillo, hay que ver que ese pirata Grammont, si era malo”. No le quise impugnar su apreciación sobre la época del cuadro, ni sobre los protagonistas, para no contrariarlo. Me dio pena corregirlo de inmediato, sobre todo por su abultada hoja de servicios públicos, y el elevado cargo judicial que para el momento ostentaba. Me limité a decirle: “esa es una obra de Bartolo Lugo”.

Ahora si, querido amigo invisible trujillano, recordando esa vieja circunstancia, aprovecho este medio, para con fundamento histórico, compartir contigo, las referencias de los hechos acontecidos en nuestra ciudad de Trujillo, el 20 de septiembre de 1899; los cuales inspiraron la interesante obra de Bartolo Lugo:

...Eran los tiempos que gobernaba al país, el General Ignacio Andrade (1836-1925) y se desempeñaba como Presidente del Estado: Don Juan Bautista Carrillo Guerra (1832-1911); tiempos de caudillos; tiempos de enfrentamientos fraticidas; tiempos en los que los asuntos políticos se dirimían a través de la violencia organizada y desenfrenada; buscando los valores de la sagrada patria, e implantando los idearios políticos, en horrendos charcos de sangre, en la muerte, y en el dolor de las familias venezolanas. Me contaba mi abuelita Romelia Barroeta (madre de dos hijos del Coronel Abdón Cadenas: mi madre Mary y Rolando Barroeta), que en aquellas tormentosas épocas, iban a los campos a reclutar jóvenes campesinos para llevárselos obligados: “a pelear en esas guerras”.

El 23 de mayo de 1899, el General Cipriano Castro (1858-1924), con sesenta hombres armados, financiados principalmente por el prospero hacendado Juan Vicente Gómez, quien venía dentro del grupo; invaden desde Colombia el territorio nacional, por el estado Táchira, iniciándose lo que se denominó: la “Revolución Restauradora”. Castro, triunfante, finalmente llega a Caracas el 23 de octubre de ese mismo año, siendo aclamado como un héroe, recibiendo el poder del General Víctor Rodríguez (1836-1918), entonces Presidente del Consejo de Gobierno, sustituto del General merideño, y Presidente de la Republica: Ignacio Andrade, quien ese 19 de octubre, dejó Caracas, se dirigió a Macuto y el día 21 de octubre, según sus propias Memorias, salió con rumbo a Carúpano, Trinidad y Barbados a bordo del vapor de la Armada “Bolívar”.

El golpe contra el Presidente del Estado Trujillo, ocurrió el día 20 de septiembre de 1899. Don Juan Bautista Carrillo Guerra, fue arbitrariamente derrocado y apresado. Luego de sangrientos combates se logra restablecer el orden constitucional en Trujillo, asumiendo nuevamente Don Juan Bautista Carrillo Guerra, la Presidencia del Estado, en fecha 12 de octubre; cinco días después, hace un viaje a la Capital de la Republica, por la Ceiba y Maracaibo, deja entonces encargado de la Presidencia del Estado al General Pedro Araujo (1860-1910); y cuando llega a Caracas, ya el General Andrade ha abandonado el poder.

El 4 de enero de 1900, nombrado por Cipriano Castro, llega a Valera: el General Alejandro Ibarra Rivas (1848-1918), con facultades absolutas, tanto en lo político como en lo militar, y designa al destacado abogado, orador y periodista de las filas conservadoras: Dr. Inocente de Jesús Quevedo, como Presidente Provisional del Estado, quien inicia su gobierno el día 5 de abril.

Don Juan Bautista Carrillo Guerra, regresa de Caracas a Trujillo, el 12 de enero de ese mismo año.

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¿CÓMO SE EJECUTÓ EL GOLPE CONTRA DON JUAN?

Resentimientos de tipo político y militar, existentes entre Don Juan Bautista Carrillo Guerra y el General Rafael González Pacheco (1857-1905), por circunstancias supuestamente ocurridas, en el ámbito del entonces Gran Estado de los Andes, lucen como los presuntos factores desencadenantes del golpe contra la Primera Autoridad de Trujillo.

En ese contexto, varios escritores reseñan los acontecimientos del 20 de septiembre de 1899. Refiero las crónicas de dos relevantes historiadores trujillanos: Dr. Arturo Cardozo y Dr. Mario Briceño Perozo.

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-El historiador ARTURO CARDOZO, en su obra: Sobre el Cauce de un Pueblo. Un Siglo de Historia Trujillana. Biblioteca de Temas y Autores Trujillanos .1963. Paginas 264 y 265, narra lo siguiente:

“Al amanecer del 20 de septiembre bajan de los cerros de Carmona, Morón y Tierra Morada las primeras avanzadas de un cuerpo de novecientos hombres, mal equipados. Al frente de ellos está el Gral. González Pacheco. Se acercaron a la ciudad de Trujillo con el objeto de derrocar al Gobierno del Presidente Carrillo Guerra. Vienen dentro del grupo, entre otros Oficiales los generales y coroneles José Ignacio Barroeta, José Garbi h., Rito González, Tomás Garbi, Eugenio Montaña y Pablo González. En la ciudad, hermanados, se encuentran conservadores y liberales tradicionalistas, dispuestos a defender al Presidente Constitucional. Ahí están los generales Santana Saavedra, Juan Bautista Saavedra, Carlos Jugo, Fabricio Vásquez, Francisco María Vásquez, Manuel María Durán, Ismael Marín, Benjamín Marín y José Ángel Marín. El combate cobra extremada fiereza a medida que las fuerzas invasoras van penetrando en el centro de la ciudad. Los defensores se atrincheran en la esquina de “Los Muñecos”, en la Cárcel Pública, en la Iglesia Matriz, en la Casa de Gobierno y en la propia residencia del Presidente Carrillo Guerra. Durante el curso del combate el doctor José de Jesús Gabaldón, uno de los principales animadores de la insurrección, se une a los atacantes. El oficial Eugenio Montaña (Montañita) demuestra extrema agresividad en este asalto: es él quien, al frente de un pequeño grupo, derriba una puerta de la Iglesia Matriz para penetrar en su recinto e incendiar la torre, donde se encuentran atrincherados el Gral. Manuel Durán y los tres valientes Marín; es él quien abre con violencia la puerta de la residencia del Presidente Carrillo Guerra y lo detiene con sus acompañantes…Doce horas de lucha transcurren, al cabo de las cuales, la ciudad queda en manos de los invasores. El episodio que conduce al incendio de la torre de la Iglesia, se desarrolla del siguiente modo: la ciudad ha caído prácticamente en manos de los atacantes; sólo resisten en la torre el Gral. Durán y los tres Marín; sus disparos son tan certeros que demoran la victoria de los contrarios. El Coronel Montaña, en gesto suicida logra llegar con algunos compañeros a la Iglesia y derriba una de sus puertas; penetra en el recinto y, como quienes combaten en la torre no se rinden, incendia las escaleras de madera que conducen al campanario. Los tenaces defensores, expuestos a morir quemados, utilizan las cuerdas de las campanas e inician el descenso hacia la calle lateral: el primero en hacerlo es Benjamín Marín, quien atraviesa ileso la Plaza bajo el intenso fuego enemigo y escapa hacia “La Otra Banda”; al corresponder el turno al Gral. Durán la cuerda revienta y el heroico militar sufre la fractura de una pierna, lo que hace fácil se captura; los otros dos Marín Ismael y José Ángel se deslizan por el techo de la Iglesia y logran internarse en el cerro, llamado después la “Alameda Ribas”. Las tropas victoriosas inician algunos saqueos y motines que el doctor González Pacheco reduce con energía. El Presidente Carrillo Guerra permanece detenido en su casa durante la noche y al siguiente día es trasladado a la Cárcel Pública, en compañía de los dos Generales Saavedra, (Santana y “Tista”), del señor Juan Pablo Bustillos, del doctor Ignacio Carrillo y de otros funcionarios; ahí se encuentra con el Tesorero, Ezequiel Urdaneta Maya y con el Diputado al Congreso doctor Enrique Urdaneta Maya. Una semana permanecen encarcelados el señor Carrillo Guerra y sus partidarios”.


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EL RESTABLECIMIENTO DEL ORDEN CONSTITUCIONAL:

En virtud de la usurpación armada, Don Juan Bautista Carrillo Guerra, permanece veintidós días fuera de su cargo.

- El Dr. Arturo Cardozo, narra en la obra anteriormente citada (paginas 265 y 266), lo siguiente:

“Al siguiente día de la captura de Trujillo recibe el doctor González Pacheco la noticia de que el doctor Leopoldo Baptista, habiendo desistido de la idea de seguir al Gral. Castro, se encuentra de regreso en Santa Ana; después se le informa que el doctor Baptista ha salido rumbo a Boconó, pronto a unirse con los quinientos hombres que comanda su padre, el Gral. José Manuel Baptista, entre Valera y La Quebrada. El doctor González Pacheco se encamina entonces a Boconó, pero cuando está a la vista del pueblo recibe la nueva de que el 22 de septiembre, el doctor Baptista ha partido en dirección a Las Mesitas, por la vía de Niquitao. Llega el doctor González Pacheco hasta Niquitao: comprende que no podrá darle alcance a su adversario y regresa a La Plazuela; luego va a Pampanito, más tarde a Pié Sabana y por último se sitúa en Carvajal.

Las tropas del doctor Baptista descienden de los páramos y, sin preocuparse por ocupar las ciudades de Trujillo y Valera, llegan directamente al sitio denominado “Agua Negra”. El Primero de octubre avanzan sobre la Mesa de Carvajal e inician el ataque a las fuerzas y posiciones del doctor González Pacheco. Este se encontraba en Valera, llamado para una conferencia con representantes conservadores sobre las posibilidades de una tregua: al oír los primeros disparos regresa velozmente a Carvajal y en el camino una bala le roza la barba. La batalla de Carvajal consume tres días y tres noches; la ocupación de sus calles se hace metro a metro. Las fuerzas del doctor González Pacheco, reducidas a las casas del pueblo, careciendo de agua y escasas de parque, se retiran el 3 de octubre a Pampanito. Dejan los bandos combatientes en el campo de batalla doscientos muertos y el doble de heridos, Entre las anécdotas de este combate se cuenta que en la torre de la Iglesia de Carvajal se encontraban atrincherados varios soldados de González Pacheco, quienes con sus disparos certeros diezmaban las tropas atacantes; se habían ensayado sin éxito diferentes tácticas para silenciar aquellos tiradores. El doctor Baptista recuerda que entre sus acompañantes se encuentra el valerano Rodolfo Terán, famoso por su puntería, y le encomienda la difícil misión: ante los precisos disparos de Terán se vieron caer de la torre, uno a uno, los cuerpos de aquellos valerosos soldados.

Las tropas conservadoras abandonan Carvajal el 6 de octubre y se dirigen a Sabana de Mendoza por la vía de Betijoque, donde extraen de los vagones del ferrocarril un parque, enviado por el Presidente del Estado Zulia, doctor Alejando Andrade, al Gobierno trujillano. El doctor González Pacheco tiene también noticias de la llegada de este parque y se dirige a Motatan por la “Pica de Castro”; al registrar los vagones, los encuentra vacíos: tres horas antes los conservadores habían descargado el parque en Sabana de Mendoza. Frustrada esta operación y urgido de municiones, se va por “El Baño”, Las Cruces, San Juan y llega a Isnotú, donde acampa en espera del adversario que ya viene de regreso por Betijoque.

El 8 de octubre se libra en Isnotú la más sangrienta batalla que registra la historia del Estado Trujillo. Las tropas del doctor Baptista salen de Betijoque y llegan al Municipio Libertad e inician el combate. Los soldados del doctor González Pacheco sólo tienen una idea que es obsesión: apoderarse del parque del enemigo. Consumen casi totalmente los 20.000 tiros de que disponen y se lanzan en lucha suicida contra las cajas que contienen el arsenal; Eugenio Montaña es el más audaz. Logran llegar hasta la codiciada mercancía y a medida que levantan sobre sus hombros las invalorables cajas, se desploman muertos o heridos; muy pocos regresan a sus filas. Las tropas de González Pacheco quedan reducidas a doscientos hombres; los conservadores han sido reforzados con nuevos soldados traídos de Escuque por el Gral. Gabriel Briceño e inician el ataque por la retaguardia. Ya no hay nada que hacer: la lucha de cuatro días los ha dejado sin parque. El doctor González Pacheco se retira a San Pedro, luego a Pampán, más tarde a Monay y penetra en territorio larense. En las calles de Isnotú han quedado 300 muertos y 700 heridos; hasta el barrio “El Cedro” de la vecina población de Betijoque ha quedado teñido en sangre. Aquello carnicería jamás podrá ser olvidada… Ante la imposibilidad de enterrar los cadáveres se procede a quemarlos: las gentes observan atónitas, como las llamas consumen aquellos montones de restos humanos. Los oficiales del doctor González Pacheco son los mismos que habían actuado en la toma de Trujillo. Acompañando al doctor Baptista se recuerda, entre muchos, a Pedro Araujo, Eliseo Araujo, Los Marín, José Rafael Gabaldón, Noe Matheus Colina, Juan Medrano, Nicomedes Antúnez, Camilo Vethencourt, Mario Terán y Rodolfo Terán.

Mientras el doctor Leopoldo Baptista se encarga de la persecución del doctor González Pacheco, el Gral. José Manuel Baptista se dirige a la ciudad de Trujillo con el ánimo de restablecer el orden constitucional. El 12 de octubre reasume el señor Carrillo Guerra la Presidencia del Estado y designa Consejeros de Gobierno al doctor Leopoldo Baptista, al Gral. Francisco Vásquez y Gral. Pedro Araujo. Cinco días después marcha hacia Caracas por La Ceiba y Maracaibo, dejando encargado de la Presidencia la Gral. Pedro Araujo. Cuando llega a Caracas, ya el Gral., Ignacio Andrade ha abandonado el poder, y se viven los primeros días de la “Restauración”. "

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-El Historiador Dr. MARIO BRICEÑO PEROZO, en su obra. DON JUAN DE TRUJILLO. Editorial Arte. Caracas. 1978. Paginas 161 al 167, narra lo siguiente:

“Todo acaeció el 20 de septiembre de 1899. El Dr. Y Gral. Rafael González Pacheco (1857-1905), a la cabeza de 800 hombres, puso sitio a la ciudad de Trujillo. Antes había hecho saber que derrumbaría al Presidente Carrillo Guerra en el término de dos horas.
Don Juan no era un hombre trajinado en los rudos ajetreos del vivac, a pesar de que en los documentos oficiales le daban el título de General, pero era un erudito en la materia, había leído copiosamente obras de historia militar y conocía de logística, estrategia y táctica y de otras cosas ligadas al arte y a la ciencia de la guerra. Don Tobías Valera Martínez (1868-1948), que lo conoció de cerca, da cuenta de la afición de Carrillo Guerra por la historia de los grandes capitanes, y sus anécdotas y episodios geniales, la organización de sus huestes, sus estratagemas, sus planes de batalla, etc.

Ante la injusta amenaza de González Pacheco, el pacífico patriarca va a demostrar que es capaz de blandir la clava de Hércules en defensa de las instituciones que custodia, y toma, al efecto, todas las medidas del caso.

Militares de bien ganada nombradía están a su disposición, entre estos el General Francisco Vásquez (1833-1908), compañero de Falcón, Zamora y Guzmán Blanco en la Guerra Federal, varias veces Presidente del Estado, Senador al Congreso Nacional, Miembro del Consejo Federal (1887), Consejero de Gobierno del Estado, Secretario del Gran Estado Los Andes y Encargado de la Presidencia, etc., sus hijos, Generales Fabricio (1856-1942) y Francisco María (1859-1939), tan valientes y patriotas como su padre, los Generales Santana y Juan Bautista Saavedra, el General Manuel Durán, los Coroneles Ismael de J. Marín, Pedro Saavedra Bocaranda, Benjamín Marín, José Rosario Saavedra y José Ángel Marín.

Además, don Juan cuenta con el grupo de colaboradores de su gobierno, con los hombres de su familia y con los amigos que se acercan a la casa presidencial dispuestos a morir a su lado.

González Pacheco ataca y el Presidente defiende la plaza con el mismo coraje de que hicieron gala sus mayores en los más salientes episodios de la magna epopeya libertadora.

El teatro de la lucha lo constituyen los alrededores de la casa de familia del Presidente y los aledaños de la cárcel pública y del palacio de gobierno, frente a la Plaza Bolívar; don Juan situó a los Generales Fabricio y Francisco María Vásquez en aquellos edificios y al Gral. Durán y a los coroneles Marín en la torre de la iglesia Matriz.
No era numerosa la tropa de que se disponía, la mayor parte estaba con los Vásquez en la casa de gobierno y en la cárcel (68), el hogar de don Juan lo defendían 25 hombres y 6 acompañaban a Durán y a Marín en la torre de la Iglesia. Total 99. Las armas no pasaban de 135.

Don Juan, con la impavidez propia de los valientes, se movía de un lugar a otro impartiendo órdenes y dando aliento a los que combatían bajo su erguida bandera. En ese recorrido, a la sombra de una dura granizada de balas, lo seguían Antonio Carrillo Márquez y Magín Briceño.
Juan Pablo Bustillos, Ignacio Carrillo, Enrique Urdaneta Maya, Carlos Jugo, los Saavedra, Ezequiel Urdaneta Maya, Rafael María Altuve, Manuel F. Mendoza, Atanasio Maldonado, Jerónimo Urbina, Jesús Santos, Jesús Villegas, Juan Bautista Cháves, Miguel Uzcategui y José María Quevedo, fueron otros de los que arrostraron, al lado de Carrillo Guerra, sinsabores y peligros.

Rafael Montilla, Eugenio Montaña, Ignacio Barroeta y Francisco García, entre otros, son los jefes que acompañan a González Pacheco en el ataque a Trujillo, el 20 de septiembre. Las tropas que comandaban estaban formadas en gran parte por campesinos del Morro y de Santiago del Burrero, en donde tenía González Pacheco importantes fincas.

Se cuenta que desde la garita de la cárcel y desde la torre de la Matriz, los máuseres de los buenos tiradores allí apostados, causaban estragos en las huestes invasoras.
Para destruir el peligroso foco de la torre, los gonzalistas apelaron a un medio bárbaro, pero efectivo, llevaron latas de queroseno y quemaron la atalaya de la santa iglesia. Durán y sus bravos compañeros saltaron hacia el techo del tempo y después de riesgosas peripecias, más propias de los héroes de las novelas de Alejandro Dumas (1802-1870) y Víctor Hugo (1802-1885), que de trujillanos de carne y hueso de finales del siglo XIX, se pusieron a salvo en la casa de don Juan.

La pelea que González Pacheco estimaba que duraría dos horas, duró 12. El término lo marcaron los últimos cartuchos quemados por el gobierno, a las 5 y 45 minutos de la tarde. El combate había comenzado a las 6 a.m. Las bajas en las filas de don Juan sumaron 15, entre muertos y heridos, las del enemigo, 70 más o menos.

Un historiador de la época escribe que Carrillo Guerra da el frente al conflicto con un valor del que no hay antecedente en las crónicas de nuestras guerras locales; que si don Juan hubiera vivido en mejores tiempos, habría figurado con gloria al lado de los Libertadores.

Al cesar los fuegos, la plaza quedó en poder del sitiador. Abrieron las puertas de la cárcel para que salieran en libertad los presos comunes, y sus celdas las ocuparon los miembros del gobierno depuesto. A la cabeza de los detenidos está el General Juan Bautista Carrillo Guerra.

En la cárcel se le trata con respecto, pero le piden que dimita, a cuyo efecto esperan los hombres de la nueva situación que don Juan les firme un documento con su renuncia. El anciano magistrado rechaza airado semejante proposición.

Dimitir, para don Juan, era tanto como convalidar la injusta y descabellada revuelta del 20 de septiembre; era dar la espalda a quienes lo habían acompañado en la defensa de su causa; era violar los más altos principios por los que había combatido horas antes y era, en fin, desconocerse a sí mismo como varón de indoblegable postura, con una autoridad moral y cívica como no la tenía para entonces ninguno de los hombres de la Cordillera.

La actitud del enérgico jefe del Estado fue respetada, tanto que le puso en libertad, junto con sus seguidores. Esto fue el 23 de septiembre.

En tanto, en La Quebrada, Jajó, Tuñame, Niquitao, Santana y Carache, las fuerzas de los generales Baptista se juntaban para expulsar de Trujillo a González Pacheco. Este dejó la plaza y salió a hacer frente a los expresados caudillos.

Durante la ocupación de la ciudad por los gonzalistas, el saqueo y el pillaje estuvieron en el orden del día. Eran hordas desenfrenadas, sedientas de sangre y de venganza. Esto mismo hicieron, años atrás, en La Quebrada, cuando la revuelta del 11 de mayo de 1898, vencida totalmente el 6 de junio siguiente. En esa ocasión, el General Fabricio Vásquez, entonces subalterno de Morales y de González Pacheco, amparó a mucha gente –araujista y baptistera- de la vorágine de los familiares del Dr. González Pacheco, que deseaban destruir ese Distrito.

Narra un veterano del periodismo en el Estado Trujillo, la forma vandálica cómo los soldados del General Rafal María Daboín saquearon y destruyeron, el 24 de septiembre de 1870, el archivo de El Trujillano, con cuyos documentos hicieron cartuchos y tacos para sus chopos de piedra, y añade que más desastroso fue todavía el saqueamiento sufrido en los días siguientes al aciago 20 de septiembre de 1899, fecha en que fue asaltada y tomada a fuego y sangre esta capital por fuerzas revolucionarias acaudilladas por el Dr. Rafael González Pacheco…Los papeles que por falta de tiempo no rompieron, los dejaron esparcidos por el suelo, tan desaseados, como si hubiere pasado sobre ellos una danza macabra.

Y el doctor Amilcar Fonseca –al reseñar los hechos del 20 de septiembre de 1899- agrega:

“Después del triunfo, los contingentes semi-bárbaros, que comandaban los jefes invasores, saquearon la ciudad durante 3 horas.

Sea notorio que González Pacheco no estuvo al frente del brutal saqueo, pero cayó en la debilidad de dejar con rienda suelta a los sargentones.
También debe ponerse de relieve la actitud hidalga del doctor y general José de Jesús Gabaldón (1872-1935), oficial de González Pacheco, quien supo frenar el bandidaje y evitar mayores atropellos, Como ejemplo citamos el siguiente, a una cuadra y media, más o menos, al noroeste de la plaza Bolívar, en la calle del Comercio, hacia la cruz verde, estaba el negocio y la casa de familia de Magín Briceño. Un piquete de las tropas sitiadoras se hallaba a pocos pasos, saqueando el establecimiento y listo para violar el hogar, cuando llegó Gabaldón y ordenó con vigor el retiro de la soldadesca, y no conforme con esto se acercó a la casa y testimonió a la esposa de Briceño la inalterable amistad que le unía con su marido.

En Trujillo, a pesar de las divergencias políticas, las amistades no se perdieron del todo.

En medio de la lucha hubo lampos de tregua que iluminaron el viejo camino del afecto.

La victoria del González Pacheco fue efímera. Las fuerzas combinadas de los Generales José Manuel Baptista, Gabriel Briceño, Hipólito Herrera y Leopoldo Baptista, lo derrotarán en todos los frentes. Durante los días 2 y 3 de octubre (1899) se pelea furiosamente en Carvajal, siendo desalojados los gonzalistas de sus irreductibles posiciones; el 10 los vencen en Isnotú, el 11 en San Pedro y el 12 de Pampán.

Quedan algunos restos en las sabanas de Monay, los que son barridos por el viejo José Manuel Baptista, Jefe de Operaciones del Estado. Los derrotados huyen a tierras de Lara.

El mismo 12 de octubre, a la caída de la tarde, hace su entrada en Trujillo el General Baptista. Su triunfo lo considera más que de todos, de su bizarro Jefe Carrillo Guerra, y atraviesa con sus tropas la plaza Bolívar, para esto ya la casa del Presidente se halla atestada de amigos y ha venido gente de todos los campos, como si se tratase de una fiesta pascual; Baptista rinde honores a Carrillo Guerra y sin apearse del caballo grita –como Esténtor-: !Viva el heroico Presidente del Estado Trujillo! Y ese grito lo corea entusiasmada la multitud.

Baptista ante el ejército debidamente formado, desciende de la cabalgadura y de brazo con don Juan se encamina hacia el palacio de gobierno. Carrillo Guerra reasume el mando y de acuerdo con la norma constitucional, integra el Consejo de Gobierno del Estado con el General Francisco Vásquez, Doctor y General Leopoldo Baptista y General Pedro Araujo Briceño.

Un heroico magistrado, de la misma alcurnia cívica de José María Vargas (1786-1854), del 8 de julio de 1835, y del Pedro Gual (1784-1862), del 29 de agosto de 1861.
Lástima que estos ejemplos no hayan cundido en nuestra ya larga vida republicana. Los repúblicos como Vargas, como Gual, como Carrillo Guerra, escasean. Para bien de la patria hay que amasar con el recuerdo de sus vidas –escapadas de las paginas aleccionantes de Plutarco (4-125 d.c.)- la mente de la juventud que se forma para dirigir el país en no lejano porvenir…”

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Gracias a la obra del pintor Bartolo Lugo, me motivé a leer las fuentes históricas, para compartirlas con mi amigo invisible trujillano, y también con mis amigos visibles. De esas interesantes lecturas; son estas notas, sobre las circunstancias del Golpe contra el ilustre Trujillano Don Juan Bautista Carrillo Guerra,

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Amigo Invisible: después de leer los relatos de los mas importantes historiadores trujillanos, no podemos volver a confundir las acciones del pirata FRANCISCO GRAMMONT DE LA MOTHE (nacido en Paris en 1625 y desaparecido en el mar luego de pasar por la punta noroeste de Jamaica en octubre de 1689); quien AL MANDO DE 425 FILIBUSTEROS NOS QUEMÓ LA CIUDAD, un día del año de 1678; con las acciones de nuestro respetado paisano el GENERAL Y DR. RAFAEL GONZÁLEZ PACHECO (1857-1905), oriundo de Santiago del Burrero, Estado Trujillo; quien comandaba LOS 800 ó 900 HOMBRES QUE NOS QUEMARON LA TORRE DE LA CATEDRAL, doscientos veintiún años después: el 20 de septiembre de 1899.

No hacemos juicios de valor, esa es la historia real de los acontecimientos.


Cordialmente, Rafael Ángel Terán Barroeta.